Se habla mucho estos días de la contraprogramación: habilidad de canales de televisión, partidos políticos e incluso equipos de fútbol para sacar a la palestra noticia o hechos que hagan que la opinión pública se centre en ellos, dejando a un lado las noticias o hechos que podrían en teoría beneficiar a los competidores.
Se ha acusado al Gobierno de poner en marcha su maquinaria institucional para sacar la bomba informativa de la supuesta estafa multimillonaria de los sellos. Algo que me parece un poco tergiversado, ya que estamos hablando de 400.000 afectados. Es decir, se acusa al Gobierno de hacer pública una estafa (supuesta) a 400.000 personas para que el caso de los militantes del PP no tuviese minutos en los telediarios. Yo no tengo ni un duro metido en sellos, pero si lo tuviera... no me cansaría de darles las gracias a ese par de militantes del PP por haber logrado que esta estafa (supuesta) saliese a la luz pública. ¡¡Cuán agradecidos debemos estar los españoles a estos dos valientes!!
El caso es que el PP entendió la bomba informativa de esta estafa como una contraprogramación, de modo que puso también su maquinaria en funcionamiento. En la Comunidad de Madrid, sus diputados autonómicos montaron su particular show, que duró hasta que se apagó el piloto rojo de las cámaras de televisión. Está bien eso de movilizarse, pero eso sí... que no sea más allá de los 20 segundos de piloto rojo en la cámara, que es lo que duran los vídeos en los telediarios.
Pero el PP no se conforma y le da una vuelta más a la tuerca. Se utiliza a un diputado para montar un cristo en el Parlamento (el primer cristo de este tipo en la historia de nuestra democracia). Evidentemente, el único diputado que podría representar este papel es Martínez-Pujalte. Un diputado capaz de representar un papel jocoso en los medios, con la suficiente "cara" para enfrentarse al Presidente del Parlamento y que en principio no importa que se queme para el futuro. Aquí tenemos las imágenes de la expulsión, gracias a YouTube:
Hay cosas que me resultan repugnantes de este vídeo. La primera, es la actitud de Martínez-Pujalte. Un auténtico fantoche, al más puro estilo Labordeta, sobrado de histrionismo y que encima se cree su papel. Primero aparece sentado, de mala manera, como si se estuviese tomando un café y charlando con un compañero de más arriba. Posteriormente baja a su escaño y lleva su personaje hasta el final, cuando estando ya expulsado se queda varios minutos en el sillón en actitud pasota, sacándose restos de comida de los dientes con el dedo meñique. Que venerable diputado, sí señor. Lo de las reverencias al salir del hemiciclo es una ofensa a sus propios votantes. Se le ha votado para estar ahí, pero no para hacer fantochadas una vez que ya tenía usted la pelota en el terreno que quería, Sr. Pujalte. Ahora tendrá usted vía libre para intervenir siendo fiel a su estilo en "Caiga Quien Caiga", le felicito. También es destacable la diputada que hace el gesto de las esposas y le da palmaditas en la pierna a Martínez-Pujalte, un buen papel secundario en la pantomima montada por el PP.
Por otra parte, me resulta más repugnante, hasta niveles cercanos a la arcada, la actitud de matón de berbena de pueblo que mostró Eduardo Zaplana subiendo hasta Manuel Marín amenazándole con que echar a Martínez-Pujalte era un "conflicto institucional". Vamos a ver, Sr. Zaplana, lo que tienen ustedes es una crisis de saber estar de aquí a Roma (y vuelta). Empiece por dejarse de amenazas con su reglamento parlamentario en la mano, que desprende de usted una imagen ridícula cada vez que se levanta con el libro abierto, y termine dándole clases de disciplina parlamentaria a su diputado. Que conste que la cara de Zaplana cuando no consigue hablar por el micrófono es de lo mejor, una muestra de su carencia total de recursos inmediatos en un debate político. Si no se lleva la lección bien aprendida, Eduardo Zaplana demuestra que es de lo más zoquete en la arena parlamentaria. Ojo a lo rápido que se vuelve a su escaño, es un visto y no visto. Es curioso que cuando todo el grupo parlamentario aplaude (bueno, todo... los 20 que habría en el hemiciclo), Eduardo Zaplana escribe en un papel y sin levantar la cabeza. Gran político, sí señor.
Pero hay otra cosa que me saca de mis casillas. Toda esta polémica parlamentaria no puede desviar nuetsra atención de una cosa. El parlamento estaba absolutamente vacío. Es increíble que los diputados se rían de semejante forma del electorado de sus respectivos partidos. Hagan el favor de dar mejor ejemplo, que con su absentismo laboral están dando un ejemplo pésimo. Esta es una muestra de lo huérfanas (por decirlo suavemente) que estaba el hemiciclo. No sé a quien me lea, pero a mí me parece una auténtica vergüenza.